Benito Soto Aboal, el sanguinario español que se convirtió en el último gran pirata del Océano Atlántico

Nacido en Pontevedra, Benito Soto Aboal se convirtió en el más sanguinario pirata del S. XIX del Océano Atlántico

Benito Soto Aboal, así se llamaba el sanguinario español que se convirtió en el último gran pirata del Océano Atlántico. Un hombre con una historia tan apasionante a la par que altanera, no exenta de leyendas y fechorías, que se dice que llegó a inspirar al propio José de Espronceda para la elaboración de su famosa ‘Canción del pirata’.

La historia de Benito Soto Aboal arranca el 22 de marzo de 1805 en la ciudad gallega de Pontevedra, concretamente en el histórico suburbio pontevedrés de A Moureira, un viejo arrabal de pescadores situado a orillas del Río Lérez. Era el séptimo hijo de catorce hermanos de una familia marinera, el tercero de los ocho hijos que su padre Francisco de Soto Franco tuvo con su segunda esposa Lorenza Aboal, sobrina carnal de su primera mujer, Manuela Aboal.

Desde muy temprana edad, Benito Soto Aboal se dedicó, junto a su padre y sus dos hermanos mayores, a la pesca, pero también al contrabando en la costa gallega, algo que hacían todos los marineros de la época.

El problema fue que Benito Soto Aboal se trataba de un hombre inconformista ansioso por conseguir mayores riquezas. Eso, y su intención de escapar de la llamada ‘Matrícula del Mar’, un sistema de reclutamiento ideado en el S. XVIII para dotar a los buques de la Armada española de tripulaciones competentes con las cuales enfrentar los riesgos a los que estaba expuesto el reino, se cree que le llevaron a huir hacia La Habana en 1823.

Se desconoce esta parte de la vida de Benito Soto Aboal. Algunas fuentes señalan que ejercía de marinero dedicado a la trata de esclavos. Otras, en cambio, dicen que combatió como corsario. Lo que sí está claro es que en 1827 embarca en el puerto de Rio de Janeiro como segundo contramaestre de un bergantín de diecisiete cañones llamado ‘El Defensor de Pedro’, navío corsario brasileño, comandado por el capitán Pedro Mariz de Sousa Sarmento, que era utilizado para el tráfico de esclavos entre el continente africano y el americano.

BENITO SOTO ABOAL, EL ÚLTIMO GRAN PIRATA DEL ATLÁNTICO

Poco tiempo después de surcar los mares a bordo de ‘El Defensor de Pedro’, Benito Soto Aboal fue elegido como comandante del navío. Todo ello se produjo tras encabezar un motín a bordo y abandonar a su antiguo capitán en tierras africanas. No contento con ello, su primera orden no fue otra que encarcelar y, más tarde, asesinar a su segundo de a bordo, quién a pesar de haber sido su compañero durante el motín, Benito Soto Aboal no confiaba en él ya que le veía como un enemigo. Asimismo, Benito Soto Aboal renombró el navío de la tripulación, que pasó a llamarse ‘La Burla Negra’ y enarboló la bandera negra tras decidir que la embarcación no seguiría navegando con una patente de corso del Gobierno de Brasil.

Pronto se ganó la reputación de sanguinario pirata y es que, en su primer ataque como pirata, Benito Soto Aboal estuvo a punto de exterminar cerca de África a toda la tripulación de la fragata inglesa ‘Morning Star’. Su siguiente objetivo fue el navío norteamericano ‘Topacio’, el cual provenía de Calcuta con un rico cargamento que terminó en las manos del sanguinario pirata tras pasar por el cuchillo a todos los tripulantes.

Ni siquiera los hombres de Benito Soto Aboal se libraron de sus brutales métodos. De hecho, el propio pirata confesó que su primer asesinato fue un marinero de Ferrol perteneciente a su tripulación llamado Miguel Ferreira, al cual, harto de su comportamiento, le disparó en el pecho y, más tarde, arrojó su cuerpo al agua. No sería el único de sus subalternos que sufrieron el mismo destino, los cuales se cuentan por decenas durante el viaje que llevó a cabo desde el sur de África hasta el puerto de La Coruña, lugar en el vendió a buen precio el botín obtenido durante sus abordajes tras un infructuoso intento en la ensenada de Bueu.

Seguidamente, Benito Soto Aboal se dirigió a las costas de Cádiz, donde planeaba deshacerse de su navío para retirarse y disfrutar de las ganancias obtenidas durante sus saqueos. Sin embargo, cometió un error de novato al confundir el faro de la Isla de León en vez del de Tarifa y terminó encallando a corta distancia de Cádiz, donde fue detenido junto a alguno de sus hombres tras ser reconocido por un marinero que había sobrevivido a uno de sus ataques. No obstante, Benito Soto Aboal logró escapar a Gibraltar, lugar donde su suerte también le fue esquiva, pues fue detenido rápidamente y, acusado de 75 asesinatos y de hundir diez barcos británicos, pasó un total de 19 meses tras los barrotes en el Castillo del Moro mientras las cabezas de sus hombres se expusieron en las calles de Cádiz después de ser ajusticiados.

LA EXTRAÑA Y SURREALISTA MUERTE DEL ÚLTIMO GRAN PIRATA DEL ATLÁNTICO

No fue hasta el 25 de enero de 1830 que Benito Soto Aboal abandonó la celda que le había retenido durante tantos meses. Según cuenta la leyenda que rodea a su figura, lo hizo vestido de blanco y, bajo la incesante lluvia que caía sobre Gibraltar, recorrió el que sería su último viaje. Así, Benito Soto Aboal caminó hasta el patíbulo en el que le esperaba su verdugo y, antes de que este le pusiese la soga al cuello, acercó su ataúd hasta el lugar de la ejecución, se subió a él y salto de la horca.

Sin embargo, el verdugo calculó mal y el reo consiguió llegar con sus pies al suelo. Aquello obligó al ejecutor a cavar un agujero con una pala entre las risas generalizadas de todas las personas que se habían acercado para presenciar la muerte de Benito Soto Aboal, quien antes de morir se despidió diciendo que “el espectáculo había terminado”. De esta forma, la vida del último gran pirata del Océano Atlántico llegaba a su fin.

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