La historia de Ana María de Soto, la primera mujer de la Infantería de Marina Española

La historia de Ana María de Soto es una de esas dignas de ser contadas y no caer en el olvido

En un tiempo en el que la mar y la guerra estaban hechas únicamente para hombres, una mujer demostró todo lo contrario. Su nombre no era otro que Ana María de Soto, la primera mujer en alistarse a la Infantería de Marina Española. Su historia, es una de esas dignas de ser contadas y no caer en el olvido.

La historia de Ana María de Soto comienza en un tranquilo pueblo del interior de Córdoba, Aguilar de la frontera. Allí, a los 16 años decide romper con todo, incluso con los estereotipos de una sociedad que para nada tiene que ver con la de hoy en día.

Lo hace alistándose en la Infantería de Marina española en pleno S. XVIII, una época en la que una mujer no podía alistarse al ejército. Para ello se alistó con el nombre de su hermano Antonio de Soto. Lo hizo a riesgo de su vida ya que, de ser pillada, el castigo sería aún mayor, la muerte.

Su complexión física, más propia de un hombre que de una mujer, le permitió pasar desapercibida y entrar en la Infantería de Marina Española en el cuerpo de granaderos del undécimo Batallón de Marina de la sexta compañía.

Su función dentro del Ejército español exigía manejar la munición, la pólvora, las granadas y un gran dominio de armas como la bayoneta, el sable, el fusil y el hacha de abordaje. Ana María de Soto estuvo alistada en el ejército durante seis largos años en los que hizo frente al inglés y al francés en enfrentamientos como el ataque a Bañuls o la Batalla del Cabo de San Vicente.

El granadero Martín Álvarez en la batalla del Cabo de San Vicente

El 1 de agosto de 1798, al descubrirse por sorpresa su condición de mujer mientras era sometida a un reconocimiento médico tras haber caído enferma, se le concedió la licencia absoluta. El propio Rey Carlos IV al enterarse de su caso le concedió ese mismo año sueldo y grado de sargento por la heroicidad demostrada y su acrisolada conducta para que pudiera atender a sus padres. Su sueldo era de dos reales de vellón diarios. También se le autorizó a emplear los colores de los batallones de Marina y las divisas de sargento de la unidad en la que había servido, eso sí, con ropajes de mujer.

Ana María de Soto había conquistado un mundo de hombres. Lo hizo demostrando que la mujer también podía combatir en la Infantería de Marina Española.

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