Tal día como hoy, el 16 de febrero de 1579, fallecía en la actual Colombia el conquistador español y descubridor del Reino de Nueva Granada, Gonzalo Jiménez de Quesada.
No existe ninguna certeza ni del lugar ni del año en el que nació el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada. De lo que no hay ningún tipo de duda es de su estancia en Italia como soldado hasta que en el año 1530 regresa a la península para comenzar la carrera jurídica en la ciudad de Granada.
Terminados los estudios con gran brillantez, el título de licenciado y su gran fama como combatiente permiten a Gonzalo Jiménez de Quesada ocupar un puesto de letrado en la Real Cancillería de Granada, un cargo que le llevaría al nuevo mundo.
Al otro lado del Atlántico, el nuevo gobernador de Santa Marta, Pedro Fernández de Lugo, le otorga el cargo de justicia mayor y teniente general de la expedición que finalmente alcanzó las llanuras de la meseta de Cundinamarca, las ricas y tan buscadas tierras por los españoles en el interior de la actual Colombia que todos los conquistadores que habían partido en su búsqueda habían fracasado en el intento.
Allí, tras superar numerosos peligros, Gonzalo Jiménez de Quesada se encontró a la civilización artesana y agrícola de los chibchas, a los cuáles sometió sirviéndose más de la razón que de la espada. Además, la labor de los españoles fue facilitada por el hecho de que la cruz era un signo sagrado para los nativos, que, como en otros sitios, consideraron a los recién llegados hijos del Sol, dios al que veneraban.
El 5 de agosto de 1538, el licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada fundaba la ciudad de Santa Fe de Bogotá, la que había de convertirse en la capital del Reino de Nueva Granada.
La importancia estratégica y la extensión de los territorios conquistados podían compararse con las del México ocupado por Hernán Cortés, pero desgraciadamente la metrópoli estaba ya cansada de gestas y muy necesitada de riquezas.
A comienzos de 1539 llegaron a Bogotá dos nuevas expediciones. La de Sebastián de Belalcázar procedente de Perú, y la del alemán Nicolás Federmann, que había partido de Venezuela. Los tres capitanes estuvieron a punto de entablar una guerra por estos territorios pero al final determinaron regresar juntos a España para que el monarca decidiese a quién correspondía la gobernación de Nueva Granada. A pesar de que todo el mérito correspondía a Quesada y de que él era el único que había actuado legítimamente por orden de un superior el Consejo de Indias resolvió no otorgar a ninguno de los tres el ansiado título de gobernador.
Pasaron ocho largos años para que Gonzalo Jiménez de Quesada obtuviese su recompensa, esta no fue otra que el nombramiento honorífico de Mariscal del Reino de Nueva Granada. Jamás conseguiría un mando con jurisdicción sobre las tierras que había conquistado. Gonzalo Jiménez de Quesada regresó nuevamente a Santa Fe de Bogotá en 1550 y emprendió por la región de los Llanos orientales una expedición en busca de los tesoros de El Dorado que resultaría un auténtico fracaso. Viejo, enfermo y arruinado, se retiró en Suesca.
Los últimos años de su vida los dedicó a escribir una serie de obras de las cuales se ha perdido la mayor parte. Su última lucha, la más larga que enfrentó, fue contra un enemigo invencible, la lepra. Esta terrible enfermedad acabó con su vida tal día como hoy 1579. Sus hombres le rindieron honores de adelantado, pues consideraban que él y sólo él, había descubierto y conquistado las tierras de Nueva Granada.