Tal día como hoy, el 23 de agosto de 1559, sucedía un hecho insólito en la historia de la Santa Inquisición. Un alto cargo de la Iglesia católica, el arzobispo Bartolomé de Carranza, era arrestado por esta institución, creada en tiempos de los Reyes Católicos, por cargos de herejía.
De origen navarro y natural de la localidad de Miranda de Arga, el arzobispo Bartolomé de Carranza fue uno de los hombres más influyentes en la Corte del Rey Felipe II.
Desde muy joven inició sus estudios en el colegio de gramáticos de San Eugenio de Alcalá de Henares. Lo hizo tutelado por su tío, el doctor Sancho Carranza de Miranda. Con 16 años ingresó en la Orden de Santo Domingo en el convento de Benalague, en Guadalajara. Allí completó los estudios de filosofía y teología. Pronto descubrieron sus grandes dotes en ambas materias y fue enviado al colegio de San Gregorio de Valladolid.
Todos los conocimientos adquiridos durante estas etapas le llevaron a tratar asuntos de vital importancia dentro del Concilio de Trento por orden del Rey Carlos I de España y V de Alemania y a ocupar el puesto de arzobispo de Toledo. Precisamente mientras ocupaba este cargo fue arrestado y acusado por la Santa Inquisición de hereje.
La detención se produjo la noche del 23 de agosto de 1559 en la localidad madrileña de Torrelaguna. Allí, el arzobispo fue engañado y obligado a ser conducido a la cárcel de la Inquisición en Valladolid.
Como dignidad arzobispal, Bartolomé de Carranza dependía únicamente del Papa. Fue el Papa Paulo IV quien permitió iniciar un juicio contra su persona. Juicio que fue muy largo y complejo. Hasta tres Papas fueron testigos de el: Paulo IV, San Pío V y Gregorio XIII.
Tras años de litigio y de recusaciones, Bartolomé de Carranza logró que su causa se siguiese en Roma en diciembre de 1566. Fue alojado en el castillo de Sant Angelo.
El Papa Gregorio XIII finalmente le liberó aunque condenándole a abjurar de dieciséis proposiciones sospechosas. Bartolomé de Carranza continuaría en posesión del Arzobispado de Toledo pero sin poder ocuparlo hasta pasados 5 años recluido en un convento. Murió 18 días después de conocerse la sentencia.