Tal día como hoy, el 23 de junio de 1933, Jaime de Borbón y Battenberg renunciaba a sus derechos sucesorios como hijo del Rey de España Alfonso XIII. Lo hacía presionado por su padre que lo consideraba incapacitado por su sordera.
Segundo hijo fruto del matrimonio del Rey Alfonso XIII y Victoria Eugenia, Jaime de Borbón y Battenberg nació la madrugada del 23 de junio de 1908 en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso.
A los cuatro años, el Infante se quedó sordo tras una intervención quirúrgica por una doble mastoiditis, intervención que le cambiaría la vida hasta el punto de tener que renunciar a sus derechos sucesorios el 23 de junio de 1933.
Antes, en 1921, su padre le nombró caballero de la Orden del Toisón de Oro y, por Reales Decretos, el 7 de diciembre de 1925, le concedió el collar de la Orden de Carlos III y la gran cruz de la Orden Isabel la Católica. Orden de la que también conseguiría su collar en febrero de 1931, año en el que también fue nombrado comendador mayor vacante de la Orden de Calatrava.
Con la proclamación de la Segunda República, Jaime de Borbón y Battenberg tuvo que abandonar España. Precisamente, en el exilio, su hermano mayor Alfonso renunció a los derechos sucesorios para casarse con una mujer que no pertenecía a la realiza. Esto le convirtió automáticamente en el heredero del Rey Alfonso XIII, quien consciente de su sordera le obligó a abdicar, pues la consideraba un problema para desempeñar las funciones reales. Este aceptó la voluntad de su padre y el 23 de junio de 1933 renunció a sus derechos dinásticos, pasando estos a su hermano menor Juan.
A partir de ese momento, Jaime de Borbón y Battenberg utilizó el título de duque de Segovia. A pesar de su renuncia al trono español, en diciembre de 1949 intentó que esta fuese invalidada pero el problema era que Franco ya había nombrado al joven Juan Carlos I como su sucesor. Eso no le impidió intentar convencer a Franco para nombrarle su sucesor aunque nunca lo consiguió.
Jaime de Borbón y Battenberg falleció el 20 de marzo de 1975 en Suiza. Diez años después, el Rey Juan Carlos ordenó el traslado de sus restos al Monasterio de El Escorial.