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La batalla de Mühlberg, la abrumadora victoria de los Tercios Españoles sobre los Príncipes alemanes que fue posible gracias a la heroicidad de 11 valientes soldados

La batalla de Mühlberg, la abrumadora victoria de los Tercios Españoles sobre los Príncipes alemanes que fue posible gracias a la heroicidad de 11 valientes soldados

La batalla de Mühlberg puso fin a la guerra que el Imperio español mantuvo con la Liga de Esmalcalda

La batalla de Mühlberg es una de las más grandes victorias de los Tercios españoles, un enfrentamiento en el que no solo se puso fin a una guerra, también se derrotó a los Príncipes alemanes que habían decidido seguir a Martin Lutero con la intención de desprenderse del poder del emperador Carlos V, y todo, gracias a la heroicidad de 11 valientes soldados.

¿CUÁL ERA LA SITUACIÓN EN EL S. XVI?

Nos encontramos en pleno S. XVI. El Imperio español es la principal fuerza de la época. Esta realidad convierte a los territorios del emperador Carlos V en el principal blanco. Francia trató en numerosas ocasiones ocupar la zona italiana, especialmente el ducado de Milán, pero sus aspiraciones terminaron tras la derrota en la batalla de Pavía. También intentaron imponer su hegemonía los turcos, pero poco pudieron hacer ante los Tercios españoles, quienes se habían erigido como los defensores a ultranza del catolicismo.

Precisamente, esa defensa de la fe católica trajo consigo graves problemas en suelo imperial a lo largo del S. XVI. Durante esta época, la extensión del protestantismo a lo largo y ancho de los territorios alemanes provocó diversos enfrentamientos contra las tropas del emperador, sin embargo, estos pequeños combates tan solo fueron el inicio de una guerra entre el emperador Carlos V y los partidarios de Martin Lutero que teñiría los campos de sangre.

LA CREACIÓN DE LA LIGA DE ESMALCALDA

La situación se recrudeció en 1531 cuando varios Príncipes pro-luteranos se reunieron en la ciudad alemana de Esmalcalda (Schmalkalden) para formar una alianza defensiva en contra del catolicismo que pasaría a la historia como la Liga Esmalcalda.

Ante este hecho, el emperador Carlos V declaró proscritos tanto a Martin Lutero como a los Príncipes alemanes que se habían unido a la Liga Esmalcalda y, una vez se encontró en condiciones de hacer frente al problema, dejó de lado las negociaciones y se dispuso a frenar la expansión de Martin Lutero en Alemania a golpe de espada. Al frente de sus tropas se encontró en un primer momento su hermano, el Rey de Hungría y Bohemia Fernando I, y, más tarde, el duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel.

La expedición tardó varios meses en llegar a suelo alemán. Allí, el duque de Alba, al no contar con todos sus efectivos, tuvo que ingeniárselas para plantar cara a los protestantes hasta la llegada de los refuerzos. Lo hizo llevando a cabo una serie de marchas y contramarchas en las orillas del Danubio. Aquello permitió mantener al enemigo en continua inferioridad.

Tras la llegada de nuevos efectivos procedentes de los Países Bajos, el duque de Alba pasó completamente a la ofensiva. Tal fue su éxito que no solo consiguió ocupar varias ciudades, sino que logró que, en principio, los partidarios de Martin Lutero se disolvieran.

Poco después, en 1547, la Liga de Esmalcalda desenvainó nuevamente sus espadas. Esta vez, bajo las órdenes de uno de sus más destacables miembros, el Príncipe elector de Sajonia Juan Federico, quien pudo reunir a un ejército compuesto por unos 30.000 soldados. Con ellos, avanzó sobre los territorios de Mauricio de Sajonia, un antiguo miembro de la Liga Esmalcada que les había traicionado años antes en favor del emperador Carlos V.

El ataque de Juan Federico enfureció de tal manera al emperador que este reunió a un gran ejército para acabar de una vez por todas con la Liga de Esmalcalda. De esta forma, entre los meses de marzo y abril de 1547, el ejército imperial salió a la caza de las tropas de Juan Federico, quien tras enterarse del movimiento del emperador Carlos V emprendió la retirada desde Meiben, una pequeña ciudad situada a orillas del río Elba en el sureste alemán. Poco duró la huida, pues en Mühlberg, un pequeño pueblo situado a escasos ocho kilómetros de Meiben, estos fueron interceptados por las tropas imperiales.

Ambos ejércitos se encontraban separados por el río Elba. Las tropas protestantes estaban en clara inferioridad numérica, tan solo contaban con unos 15.000 soldados, mientras que las tropas imperiales tenían más de 29.000. Sin embargo, a pesar de liderar menos hombres, la frontera natural que les separaba proporcionaba al Príncipe elector de Sajonia Juan Federico gran ventaja. Con lo que no contó fue que el 24 de abril de 1547 las tropas imperiales marcharon al son de los tambores de guerra directos al río Elba a pesar de que todos los puentes cercanos que conectaban a ambas orillas habían sido destruidos.

Bajo el estandarte imperial, las unidades de artillería fueron los primeros en abrir fuego. Esto provocó numerosas bajas entre el enemigo, pero todavía había un problema, cruzar el río Elba.

LA HEROICA ACCIÓN DE 11 VALIENTES SOLDADOS DE LOS TERCIOS ESPAÑOLES QUE PERMITIERON OBTENER LA VICTORIA EN LA BATALLA DE MÜHLBERG

La solución apareció en un puente de pontones que el bando protestante no había conseguido destruir. El ejército imperial intentó hacerse con él. Fue en ese momento de incertidumbre cuando 11 valientes soldados de los Tercios españoles tomaron la decisión de desnudarse y, con las espadas en su boca, cruzar a nado para posteriormente apoderarse de los pontones enemigos. Lo consiguieron, aquel movimiento permitió a las tropas de Carlos V cruzar el río, aunque para ello tuvieron que pasar varias horas después, y ganar la batalla de Mühlberg. Por ello, el monarca español les hizo entrega a los once valientes de una vestimenta de terciopelo grana guarnecida de plata y cien ducados.

Entre 2.000 y 3.000 soldados enemigos perecieron en combate, por tan solo una veintena en el bando imperial. Tan abrumadora fue la victoria en la batalla de Mühlberg, que esta provocó el fin de la guerra entre el Imperio español y la Liga Esmalcalda.

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Rodrigo Paz

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