Tal día como hoy, el 14 de diciembre de 1788, Carlos IV subía al trono de España tras la muerte de su padre, el Rey Carlos III.
Carlos IV fue un monarca poco inclinado a los asuntos de Gobierno. En un principio siguió el consejo de su padre de mantener a Floridablanca como secretario de Estado de España pero pronto acaba por sustituirlo, primero por el conde de Aranda y más tarde por el amante de su esposa María Luisa de Parma, Manuel Godoy.
Su reinado estuvo muy marcado por la revolución francesa. La situación del país vecino condicionó la política interior hasta el punto de traer de vuelta el conservadurismo más duro y la represión ante el temor de que se repitiese lo mismo en España. También influyó en la política exterior, política que en un principio enfrentó a España con Francia hasta finales del S. XVIII.
España entró en el S. XIX como aliada de la Francia de Napoleón Bonaparte gracias a los tratados de San Ildefonso, acuerdos que llevaron al país a entrar en continuas guerras contra Inglaterra y Portugal. Los continuos enfrentamientos armados agravaron hasta el extremo la crisis de la Hacienda.
La descomposición de la monarquía se agudizó tras el Motín de Aranjuez, motín por el cual el príncipe heredero, Fernando VII, apartó a Carlos IV del trono al ocupar su lugar.
Para solucionar las diferencias entre padre e hijo, Carlos IV pidió ayuda a la persona con quien había acordado invadir Portugal de forma conjunta, Napoleón Bonaparte, aunque el emperador de los franceses aprovechó la debilidad de los Borbones españoles para retener a la familia real a la localidad francesa Bayona, lugar en el que Napoleón logró que Carlos IV y Fernando VII abdicasen en su favor y este a su vez entregó el trono español a su hermano José Bonaparte.
Carlos IV permaneció como prisionero de Napoleón hasta el final de la Guerra de la Independencia. Sin embargo, tras la expulsión de los franceses de España, Fernando VII es quien vuelve a ocupar el trono. Carlos IV no regresaría a España al ser desterrado por su hijo el Rey Fernando VII por temor a que le disputara el poder. Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma murieron exiliados en la Corte Papal.