Tal día como hoy, el 17 de diciembre de 1483, era decapitado en la localidad lucense de Mondoñedo el mariscal Pedro Pardo de Cela, el gran noble de la Galicia medieval.
Perteneciente a uno de los más nobles linajes gallegos, Pardo de Cela contrajo matrimonio con Isabel de Castro, de la casa de Lemos. Como dote, su tío político, el obispo de Mondoñedo Pedro Enríquez de Castro, le entregó la mayoría de todos sus bienes patrimoniales.
Tras la muerte del obispo Enríquez de Castro, su sustituto empezó a reclamarle la dote de su esposa puesto que aquellos bienes estaban a nombre de la Iglesia. Ante la negativa de Pardo de Cela comenzó una enemistad con el nuevo obispo que duraría de por vida y que le obligó a mudarse a Viveiro, localidad en la que fue nombrado alcalde.
Entre 1467 y 1469 se producen en Galicia las Revoltas Irmandiñas, revueltas sociales de campesinos que hicieron caer a muchos señores gallegos. Estas revueltas pillan a Pardo de Cela en el castillo de A Frouxeira, castillo en el que consigue resistir el ataque. Por su gran defensa le es concedido el título de mariscal en el año 1474.
Precisamente, en diciembre de 1474, tras la muerte de Enrique IV de Castilla, se inicia la guerra de sucesión castellana entre Isabel ‘la Católica’ y Juana ‘la Beltraneja’. Se desconoce realmente el bando por el que luchó como también los motivos por los que los Reyes Católicos le expulsaron años más tarde de su puesto en la alcaldía de Viveiro. Lo que sí se sabe es que el obispo de Mondoñedo seguía reclamando la dote de su esposa. La continua negativa de Pardo de Cela le llevó a ser juzgado en rebeldía y condenado a muerte.
Durante años Pardo de Cela resistió en su inexpugnable castillo de A Frouxeira pero al salir de su fortaleza en 1483, él y su hijo fueron inmediatamente apresados y condenados a morir en la plaza de Mondoñedo.
Ante esta situación, su mujer acudió a ver a sus primos, los Reyes Católicos, para solicitar el indulto. Lo consiguió pero en la entrada de Mondoñedo fue entretenida en el conocido puente del Pasatiempo por tres vasallos del obispo para que la orden no llegara a tiempo. Isabel de Castro solo pudo oír las campanas que certificaban la muerte de su esposo e hijo.